.˙. El Pub .˙. Cuenca, Ecuador.


Crónica de un paseo carnavalero by admin
13 febrero, 2007, 1:05 pm
Filed under: cuenca, humor, leisure and travel, sociedad, tradición

By El Atacocos

Con no menos de tres semanas de antelación comenzamos a planificar nuestro «paseo carnavalero». No era para menos, nos íbamos con damitas que en realidad valían la pena, y ellas necesitaban el permiso de sus señores padres, caso contrario no irían.

Por suerte todas consiguieron sendos permisos, y acto seguido, mi amigo José Miguel y su novia la Mónica Fernanda iniciaron con el reparto de las comisiones. La Anita se iba a encargar de llevar el traguito de punta, que a pesar que nos dirigíamos hacía Paute, ya no hay ahora el mismo aguardiente como el que tomaban nuestros mayores, claro está en Carnaval hay que mojarse bien por fuera y por dentro (risas de la afición).

Ya en el día del paseo, la organización se cayó y toda la «jorga» se reunía en la casa de la Claudia Andrea. A pesar de que quedamos a las nueve en punto, todos llegaron tarde. Es que todos son tan impuntuales, con esto de la «hora cuencana» la gente si que se aprovecha. Aunque los varones del grupo tuvieron que ir a traer al «cuchicito» del corral, por eso es que se demoraron un poco.

Ya todos subidos en los autos era un verdadero espectáculo multicolor: sombreros cowboy, gorros de moda, gafas retro, y hasta polleras se mezclaban. Si señor, hasta polleras; pues la mamá de la Claudia Andrea nos prestó a dos buenas cholas empleadas para que ayuden con la «chaspada» del porcino.

En el trayecto vía Cuenca-Paute, empezaron las paradas para la compra de diferentes comidas que, aunque no muy típicas, eran un buen abreboca, pues hasta la comida final aún faltaba mucho. De esta forma, ya las mandarinas, las reinas claudias, el durazno, y demás frutas de temporada llenaban de «pepas» el flamante tapiz de auto.

Un poco más avanzados, el vehículo que encabezaba esta caravana de la amistad frenó violentamente, y las voz azarada de la Anita se escuchó: «¡Y ahora!, nos olvidamos de pasar comprando el pollo en el Pio-Pio, y ahí nos iban a dar hasta el caldito».

Su novio, como todo un macho morlaco, no dudo dos veces y le dijo: «cholita tranquila, acá paramos en el Cabo o en la Higuera y vamos comprando unos buenos pollitos al carbón [Grr Grr]… no vez que acá en el campo si cocinan bien, con harta mantequita de cuchi».

Efectivamente, a pocos kilómetros los automóviles se detuvieron. Las damitas bajaron a comprar pollos, tortillas de maíz y demás manjares. Mientras tanto, sus novios abrieron la primera «tella» de licor de caña, para tomarlo con un buen guarapo, puesto que el clima del valle pauteño cada vez se volvía más caliente.

Al llegar a la hacienda de los Abuelitos de la Claudia Andrea, los operativos fueron violentos durante el proceso de bajar el chuchisito que venía en la camioneta, junto con las empleadas que enredaban sus follones con la soga del animal.

El más «tuco» de la jorga, le cogió al cuchisito de la cabeza, y le bajó, acto seguido, el prometido de la Anita, tomó al animal y lo llevó directo al matadero [no hay registro de parentela con el icónico Julián Matadero]. El festival de la sangre y de los «hombres duros» recién comenzaba.

Ya más avanzada la mañana, una de las empleadas de la casa sacó la primera ronda de canelazos, acompañados con las cascaritas de cerdo… ¡Una delicia! No ven que era «chaspado» con hoja de eucalipto de ahí de la zona. Mientras tanto, ya los «pícaros» muchachos alistaban sus globitos con agua para sorprender a sus amigas y novias; así como también se aprovisionaban de todo lo que podían: dulces -tanto de higo como de durazno-, un poco de manteca de cerdo, harina, etc., etc. Todo es válido a la hora de jugar el carnaval.

Lastimosamente, los muchachos no se midieron y como que se mojaron más por dentro que por fuera. Las chicas que ya estaban preparadas para el juego, tuvieron que conformarse con escuchar música chichera que sus hombres cantaban y tarareaban entre el ir y venir de las copas.

De esta manera, todos los juegos y actividades que se tenían previstas -ya tres semanas atrás- quedaron sin efectuarse; pero eso sí, ellas tuvieron la satisfacción de estar con sus machos, y al igual que sus madres, abuelas, y demás antepasados, pudieron disfrutar de estas tradiciones que solo existen en la Santa Ana de los ríos y sus alrededores.

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5 comentarios so far
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AAA, el olor a mote pata, un buen trago de punta, y talco mezclado con maicena, mojado, resfriado, y corriendo de la mojadera.

Como odio el carnaval…

Comentarios por juanito

Cuenta la leyenda que Don Rafael María Honorato, Abuelo de Taita Honorato, untó polvo de oro en uno de los carnavales a su doncella.

Comentarios por pakosuperstar

Quiero cuchi frito

Comentarios por El Apestado

Estan locos y tarados.Carnaval con ese modo de juego; esta muy malo.

Comentarios por davicho

Estimado Davicho
Las experiencias que se narran aquí, son el producto de la imaginación y demencia de nuestros escritores.
No hay nada mejor que la imaginación para salir de la rutina.
Un abrazo
see you later

Comentarios por El Atacocos




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